Si hiciésemos una recopilación de todos los sistemas de control de accesos que, básicamente aparecieron con la revolución industrial, nos encontraríamos con una bonita galería de tecnología vintage.
En esta colección de imágenes encontraríamos, por ejemplo, una máquina con un reloj que era la encargada de grabar en tarjetas de cartón la entrada y salida de los trabajadores, cuando estos introducían esta ficha tanto al llegar como al marcharse del centro de trabajo.
Imagina por un momento lo que debía suponer hacerse cargo de recopilar todos aquellos trozos de cartón para ser revisados uno por uno y así obtener los datos registrados. Y ahora visualiza al encargado de esa tarea en una gran planta de producción, donde los empleados podían ser centenares: cientos de trocitos de cartón para revisar.
Con imágenes como esta en nuestra memoria asimilamos los sistemas de control de acceso sobre todo al mundo laboral, donde el registro de horarios de los trabajadores se implantó para supervisar y controlar la presencia y productividad del empleado en su lugar de trabajo.
Pero durante años hemos convivido a diario con más tipos de sistemas de control de accesos: los tornos para acceder al metro, las maquinitas donde registrar nuestro viaje en el autobús urbano, la supervisión de nuestra entrada de un concierto o de nuestro carné de socio al entrar en el estadio de nuestro equipo de fútbol…
Con el paso del tiempo y la implementación de las nuevas tecnologías, estos sistemas de acceso han ido evolucionando. Las máquinas automatizadas para el fichaje en el caso de los centros de trabajo y métodos como la introducción de un código mediante un teclado o la lectura de una tarjeta por aproximación, cada vez se nos han hecho más familiares a la hora de acceder a ciertos espacios o servicios.
En los últimos años, y casi de manera simultánea, diferentes circunstancias han propiciado la adopción de nuevos sistemas de control de accesos. Por una parte, para mejorarlos si ya existían, y por otra para aportar soluciones a necesidades de supervisión de aforos, registros de presencia o productividad, etc.
Desde el pasado mes de mayo del 2019 el Real Decreto-ley 8/2019 impuso a las empresas la obligación de implantar un sistema de cómputo de la jornada laboral efectiva de los trabajadores. Esta normativa aceleró la implementación de sistemas de control de accesos (con registro de hora de entrada y de salida) sobre todo en medianas y pequeñas empresas que, por su tamaño y características, carecían de ello.
La ley no especifica que dichos sistemas tengan que ser tecnológicos (podría ser un registro manual), pero la recogida y la gestión de los datos y la comodidad y ahorro de tiempo, han apremiado a que los empresarios se apoyen en la tecnología para este fin.
Además, la pandemia mundial de Covid-19 ha supuesto una revolución en cuanto a parámetros a regular para reducir contagios: el control de los aforos, de la asistencia, incluso la toma de temperatura corporal se tuvo que implementar casi de golpe con la misión de frenar la transmisión del virus en espacios cerrados. Una vez más la tecnología ha aportado soluciones a esta necesidad repentina de preservar la seguridad de las personas.
Las nuevas tecnologías nos ayudan a adaptar y mejorar nuestras rutinas mediante funcionalidades cada vez más eficaces, sencillas y cómodas. Eso nos suena genial a todos porque entendemos que el mundo tecnológico tiene la misión de hacernos la vida más fácil.
Sin embargo, en ocasiones vemos complicado enfrentarnos a nuevas formas de hacer las cosas, sobre todo cuando se trata de procesos en los que están involucrados dispositivos y aplicaciones desconocidas y novedosas para nosotros.
Ahora piensa por un momento que puedes adaptar el sistema de control de acceso a tu empresa o tu negocio de forma simple y práctica: Solamente por medio de un telefonillo y tu smartphone. Ni más ni menos.
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